Con este artículo no pretendo (en
principio) reiterarme acerca de los múltiples beneficios que ofrece la Danza
Oriental, porque a estas alturas, considero que son lo suficientemente visibles
y notables, sobre todo para todas aquellas personas que tienen esta guía en sus
manos.
Todas las bailarinas sentimos lo
que la Danza Oriental nos regala en todo su espectro de posibilidades, fusiones
y expresiones. Movimientos suaves, bloqueados, rítmicos…etc., que nos ayudan a e
emocionarnos y a sentir simplemente con escuchar la música.
“Nosotras”, las que vivimos este “universo paralelo” lleno de
matices mágicos y expresivos, lo sabemos.
“Nosotras”,
que empezamos con la ilusión de un nuevo viaje, y que pasado el tiempo ya hemos
constatado que se trata de un viaje sin final, y sin retorno, lo sabemos.
“Nosotras” que hemos pasado por las
dificultades y bloqueos de tener que enfrentarnos a un público más o menos
crítico, o las autoexigencias que casi inevitablemente vivimos día a día, lo
sabemos.
“Nosotras”, que buscamos
siempre llegar un poquito más allá y nuevos recursos de movimiento y expresión,
lo sabemos.
“Nosotras”, que frente a
nuestros problemas cotidianos, dedicamos un espacio de nuestro tiempo a
desahogarnos, a dejarnos llevar y guiar a través del baile, lo sabemos.
Sabemos los beneficios de la
Danza Oriental, y por ello funciona como una maravillosa adicción, como una
droga embriagadora que llena de luz gran parte de nuestra vida.
“Nosotras” somos como las palmeras, que frente a los huracanes y
fuertes vientos mantenemos la flexibilidad y la entereza, y nos mantenemos
erguidas ante nuevas situaciones, pese a las cicatrices del tronco y las hojas.
Pero aún queda mucho por decir, por
enseñar y por aprender.
“Ellas” viven otro “universo paralelo”, con la extrema
diferencia de que no lo han elegido, aunque también empezaran en su día con
ilusión. Con la cruel diferencia de que en ese mundo, no cabe la expresión, pero
sí el bloqueo emocional, no cabe la sensación de libertad, pero sí de encarcelamiento,
no cabe la luz, pero sí la sombra y el miedo.
“Ellas” no comprenden muchas
cosas ni el porqué de su situación.
“Ellas” quieren saber, y piden a gritos
ayuda, aunque siempre en silencio, para que nadie intuya su dolor.
A “Ellas”
les da vergüenza expresarse.
“Ellas” no escuchan música, si no ruido
ensordecedor y repetitivo.
“Ellas” están tan apagadas que no
son palmeras, son fuertes robles, tan fuertes y contraídos que se rompen en dos
en cuanto viene el viento. Se rompen porque no pueden dejarse llevar, no pueden
ser flexibles, no se mueven, solo reciben el impacto.
“Ellas” solas no pueden,
no quieren, no saben.
“…Cuando una palmera se mueve, por el influjo del viento, se balanceará
como una bailarina mece su cintura, dejándose llevar. Las hojas de la palmera
simularán su pelo moviéndose al son del viento. Ya podrá venir el huracán más
desalmado, que las palmeras aguantarán de pie, ancladas en su tronco anillado y
flexible. Podrán deshojarse, pero se adaptarán de nuevo a la situación creada…”
Todas pertenecemos a un mismo
mundo, “Ellas” aparentemente son como “Nosotras”, visten a la moda, estudian
y/o trabajan, se enamoran, ven los mismos programas en la televisión, se
identifican o no con lo que ven…etc. Pero sufren directa e indirectamente los
palos de una lacra social como es el machismo y la violencia de género.
Como psicóloga, indudablemente
trabajo para que “Ellas” se liberen y emprendan un nuevo camino solas, porque
la soledad también implica en cierto modo libertad. Como bailarina, busco esa
soledad “deseada” y simplemente trabajo para que todas seamos palmeras.
Estíbaliz Gómez
Sede Bilbao
Psicóloga clínica y
forense M-21203
Profesional de la Danza
Oriental
estygomez@gmail.com 650273685
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